Terapia para mayores como un espacio en el que dejarse acompañar desde la escucha, el respeto y la creación del vínculo, ya sea de forma individual o de forma grupal.

La vida dura hasta nuestra última respiración y nuestro cerebro así lo confirma con su eterna capacidad de cambio (hay estudios científicos que demuestran que la regeneración neuronal se produce de por vida). Adaptarnos a las diferentes etapas de la vida y poder movernos con ellas es un factor determinante para nuestra salud. Si el rio no corre se estanca y el agua estancada se pudre. Nunca es tarde para sentirse acompañada, para notar ese cambio interior y ver la vida de otra manera.

Las personas mayores acumulan experiencias de vida, muchas de ellas dolorosas, que necesitan ser expresadas en un entorno adecuado para ello. La importancia de “enseñar afecto” como me decía una persona que recuerdo con cariño, sobre todo afecto por una misma; la actual generación de personas mayores ha tendido a estar pendiente de los padres y luego, las que los hayan tenido, de los hijos, dejando sin atender la relación con una misma que es la más importante. En terapia se prioriza esta relación como una forma de amor por una misma, como un serte fiel a ti misma, a tus necesidades y a tus deseos.

Los inevitables duelos que trae la vida, los conflictos familiares, la soledad no deseada o los cambios de vida como la jubilación son ejemplos de situaciones que necesitan ser atendidas en un espacio apropiado para ello.

Una sociedad que no cuida a sus mayores es una sociedad enferma como una casa que no cuida su tejado es una casa maltrecha; los psicofármacos (lexatin, orfidal, escitalopram, fluoxetina, etc.) no son suficientes para atender las necesidades emocionales de las personas mayores que tienden a aguantar y a sufrir en silencio.

Que el cauce emocional fluya hacia fuera, que emociones como el miedo, la tristeza, el enfado y el dolor puedan ser expresadas, que el nudo en el estómago se desate, la presión en el pecho se alivie y la herida en el corazón se sane.

En mi experiencia he visto que cuando se crea un clima cálido y humano, la persona mayor saca lo que lleva tiempo esperando ser sacado, se puede desahogar (a veces literalmente), una mirada se encuentra con otra mirada que le acoge y, a partir del establecimiento del vínculo, un corazón se va abriendo a otro corazón. Para mí es importante trabajar desde el respeto, el cuidado y, especialmente con las personas mayores, desde el cariño. Que la piel se pueda ablandar y que el alma, que muchas veces ha sufrido, encuentre un lugar amigo con la presencia de otra persona.