Por Venancio Palomo, miembro de honor del equipo.
«Fantasmas en la guardería» era el título de una experiencia clínica que John Bowlby (el padre de la Teoría del Apego) recomendaba leer encarecidamente en sus conferencias, seminarios y grupos de supervisión. Los «fantasmas» a los que alude el título hacen referencia a las malas experiencias de cuidado, desatención y hasta maltrato, que habían sufrido en su infancia unos adultos, que ya eran padres y que inconscientemente estaban reproduciendo ahora ellos con sus bebés. El equipo clínico de la experiencia (un proyecto de Desarrollo Infantil del departamento de Salud Mental de Michigan, Estados Unidos)(*) percibió un sistema de transmisión de patrones de apego patológicos, que les hacia repetir con sus hijos la forma en que habían sido tratados por sus padres.
El objeto del estudio era un grupo padres y madres que habían sufrido un grave abandono o abuso en su infancia, cuyos hijos, niños y bebés ahora atendidos, mostraban claros indicios de descuido, con síntomas serios o daños de desarrollo. Y el problema con el que se encontraba el equipo terapéutico era que se requería intervenir con rapidez para proteger a los bebés, porque un tratamiento psicoanalítico al uso con los padres podría tardar años, y podía resultar demasiado lento para unos niños en pleno desarrollo que estaban siendo dañados en la interacción diaria. Los bebés no podía esperar. Necesitaban otro tipo de intervención terapéutica.
¿Qué se podía hacer para romper ese círculo vicioso intergeneracional?
Partieron entonces de la intuición de que el padre o la madre que era incapaz de recordar su infancia -por haber tapado o reprimido el sufrimiento padecido- tendía a volver a reproducir esa conducta con su hijo. Lo esencial de la técnica terapéutica que propusieron, fue ayudar a los padres a recordar y explorar los acontecimientos dolorosos de su propia infancia. Es decir, ayudar a los padres y madres a revisar las relaciones de apego con sus padres. Empezaron por ofrecer una «base segura», que hiciera posible la confianza, a una madre que quizá no hubiera conocido la confianza. Y el segundo paso fue ayudarlos a recordar y a sentirse más tranquilos y aliviados con su propia historia de apego, con los aspectos dolorosos o angustiosos de su infancia.
Pero el equipo observó entonces que para producir algún cambio psíquico, el recuerdo era necesario pero no suficiente. Que los padres o madres podían contar sus historias y quejarse del mal trato recibido, pero que no se observaba ningún cambio de comportamiento significativo, hasta que las personas no volvían a «sentir» lo que habían sentido en el pasado, cuando fueron heridos o descuidados, es decir, hasta que no «revivían» aquellos sentimientos ocultados. Esos padres recordaban los hechos de sus dolorosas experiencias infantiles, el relato, lo que no recordaban era su sufrimiento: la emoción asociada. Es decir, el recuerdo de los sucesos no se había olvidado: lo que se había tapado o reprimido era el dolor mismo.
La experiencia de este equipo demostró que la recuperación de las escenas dolorosas de la infancia, junto con las emociones asociadas, tenía un valor terapéutico. Y tenía un poderoso efecto disuasorio contra la repetición de esas conductas con sus hijos.
Esos eran los «fantasmas» en la guardería.
Esta es una de las experiencias y aportaciones que recoge Mario Marrone en este interesante libro, que ofrece una sugerente y actualizada revisión de la Teoría del Apego, base psicológica fundamental sin duda para comprender la construcción de la persona y su abordaje terapéutico.
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(*): Fraiberg, Selma y otros. (1975). Ghosts in the nursery: A psychoanalytic approach to the problems of impaired mother-infant relationships. Journal of the American Academy of Psichiatry, 14, 387- 421. Publicado también como capítulo del libro: S. Fraiberg. (1980). Clinical studies in infant mental health: The first year of life. London: Tavistock Publications.