Por Emi de la Llave

 

Hoy, 21 de Enero, es el día internacional del abrazo.

En terapia, sobre todo en terapia humanista y Gestalt, los abrazos forman parte del actuar diario del/a terapeuta en casi cada sesión que realiza. Durante la formación en terapia Gestalt se dan probablemente miles y miles de abrazos. Cada alumno/a en formación o cada participante de un grupo de terapia gestáltico, así como el profesorado o l@s terapeutas, recibimos y damos una serie de abrazos de dimensiones diferentes, pero siempre con el ingrediente del calor. El abrazo gestáltico se diferencia de cualquier otro abrazo por su duración e intensidad. De hecho, cuando en terapia Gestalt, dos personas se abrazan, suelen mantenerse entrelazadas un buen rato como si el mundo se detuviera en ese gesto, como si el resonar común de sus corazones se fundiera en la unidad primigenia. Se siente la respiración y se vive la confluencia. El abrazo gestáltico no tiene prisas, no busca cumplir con las buenas costumbres o la cortesía, no conoce protocolos. Es como si esos abrazos que hemos recibido en la Gestalt y desde los espacios gestálticos sanaran y repararan la desintegración, la ruptura y la escisión de nuestro ser.

 

 

Un abrazo según la definición del diccionario, es el acto de rodear con los brazos a alguien o de hacerlo dos personas entre sí como muestra de afecto, cariño, felicitación, etc.

 

Los abrazos son las demostraciones de amor más bellas que podemos dar los seres humanos. Son puentes emocionales que nos acercan a la otra persona y son el soporte para reconstruirnos. Un abrazo afectivo tiene el potencial de liberar oxitocina. Cuando existe un contacto físico afectivo se libera oxitocina que es la hormona que genera sensación de agrado, cercanía y placer, además de disminuir la liberación de cortisol, la hormona asociada al estrés. Existen investigaciones donde se ha comprobado que el sistema inmune está muy conectado con el estrés. Quienes tienen períodos de estrés muy intensos están más expuestos a tener enfermedades, y los abrazos también mejoran el sistema inmune. La neurología también asegura que los abrazos liberan dopamina y endorfinas. Estas hormonas alivian el dolor y mejoran el estado de ánimo, además, a nivel cognitivo mejoran la memoria y la atención.

Por lo tanto y con todas estas evidencias que cada vez están siendo más demostradas, no es de extrañar que en nuestro oficio el abrazo sea el ingrediente principal donde se fusiona y se cuecen las emociones, los afectos, los sentidos, las percepciones, sentimientos, intuiciones y donde regresamos a estados primigenios despertándonos y conectándonos de nuevo con nuestros primeros encuentros con los seres queridos y nuestros primeros tiempos en la tierra, así como las primeras impresiones.

 

Jamás olvidaré una sesión de terapia donde mi terapeuta me cogió sobre sus piernas y sus rodillas, yo abrazada a su cuello, lloré desconsoladamente durante no sé cuánto tiempo hasta dejar todo su vestido de verano empapado en sudor, lágrimas, babas y demás fluidos que emanaban de mi cara y limpiaban mi alma dejando aflorar dolores, penas y angustia muy antiguas que corrían como ríos.

 

Me sentía muy pero que muy pequeña, haciendo lo que tenía que haber hecho entonces y no pude. Me sostuvo abrazada con todo el peso de mi cuerpo durante mucho tiempo. Siempre lo agradeceré y no hay precio para ese momento tan especial.

 

 

No es de extrañar por tanto que haya tanta transferencia al/a terapeuta con las figuras materna y paterna. Y hablando de figuras así no puedo dejar de mencionar a AMMA (La madre). Esta mujer recibe en su templo a miles de personas para darles consuelo. Se estima que ya ha abrazado a más de 30 millones de personas en el mundo.

Amma, Madre o simplemente Sri Mata Amritanandamayi Devi es una líder espiritual y fundadora de la ONG Embracing The World. Nació en Amritapuri (Kerala, India) hace 62 años, donde se encuentra también su principal sede, el Ashram (monasterio o templo). Amma recorre el mundo extendiendo un mensaje de amor, compasión y esperanza a través de abrazos.

Cuando Amma tenía tan solo nueve años de edad, observaba a su pueblo pobre y decidió llevar comida y ropa a las casas de las familias necesitadas. Así empezaría, de forma espontánea, a abrazar a su gente para consolarla. Con el tiempo, la llamaron Amma (madre) y ella les llamó hijos. Br. Shubamrita, uno de los discípulos más cercanos y traductor personal de la líder lo explica así: «Cuando un niño va a su madre porque está llorando por algún motivo, ¿cómo consuela una madre a un hijo? Normalmente con un abrazo, ¿verdad? Amma, además de abrazar a las personas de forma física, también siembra semillas de bondad sus corazones».

 

 

Para todas las personas que aún no han recibido el don de un abrazo sincero, afectuoso y amoroso, que les sea concedido lo antes posible. Cuanto más tiempo sin ellos, más tiempo de frío y soledad.

Para todas aquellas personas que nos satisfacemos y nutrimos en cada abrazo que damos, que sigamos manteniendo caliente el corazón y las extremidades que reciben su energía.

Para todas aquellas personas que están aprendiendo a darlos y a recibirlos, que encuentren lo más profundo del Universo en ellos hasta llegar a alcanzar la más alta nota en el reino de los cielos.

Que los miedos actuales, las culpas y las incertidumbres dejen de frenar e impedir a las expresiones de amor y a las expansiones de nuestra alma mostrarse con plena libertad.

¡Abrazos para tod@s siempre!