Por Malén Álvarez. Terapeuta Gestalt (13ª promoción Equipo Centro). Profesora de religión.
La celebración cristiana de la Navidad se superpone a las fiestas romanas en torno al solsticio de invierno (saturnalias y fiesta del Sol invicto), como una forma de favorecer la conversión de los paganos sin que tuvieran que abandonar sus fiestas. Hay muchas tradiciones religiosas en torno al solsticio de invierno (romanos, griegos, aztecas, incas, persas, germanos…). En el siglo IV d.c. quedó establecida la fecha del 25 de diciembre en la iglesia occidental y en el mundo oriental la fecha clave era el 6 de enero, llamada epifanía (manifestación) del Señor. La determinación de estas fechas está relacionada con el solsticio de invierno y las fases de la luna en este periodo.
Además de las fechas, el sentido de las fiestas también está relacionado con las celebraciones romanas. El nacimiento de la luz en la época más fría y oscura del año (es decir, el momento en el que las noches empiezan a ser más cortas) fue traducido por los romanos como nacimiento del sol, vinculado al dios Apolo (natalis solis invictus), y por los cristianos como nacimiento del salvador (luz que nace en la oscuridad del mundo).
En cuanto a la liturgia, la navidad es la fiesta más importante del cristianismo después de la pascua de resurrección. Viene precedida de cuatro semanas de preparación (el adviento: la preparación de lo que está por venir), igual que la pascua está precedida por la cuaresma.
El relato del evangelio de Lucas recoge elementos de varias teologías orientales: del mundo egipcio, la noción de Hijo de Dios en un sentido profundo (es decir, la encarnación de lo divino en lo humano), el ángel anunciador y el nacimiento de una virgen. Son elementos que aparecen frecuentemente para relatar el nacimiento de los faraones (que eran los nacidos de Dios según la teología egipcia).
Por su parte, la idea de niño divino salvador también está presente en otras mitologías orientales; el relato de la Navidad tiene muchas semejanzas con el nacimiento de Asclepio, dios griego de la medicina: igual que Jesús, nace en situación de persecución y precariedad, rodeado de animales, en una cueva (muchos nacimientos de dioses son relatados en oquedades, cuevas y grietas) y acompañado de pastores.
Y para coincidir con la tradición judía del mesías salvador, el nacimiento es situado en Belén (porque las profecías sobre el mesías indicaban que sería de la estirpe de David, que era de Belén).
Algunas aportaciones del cristianismo en relación a esta fiesta son:
-El sentido del nacimiento como novedad radical, como acontecimiento simbólico que permite que todo sea hecho de nuevo, es decir, que toda la realidad sea vista como oportunidad de salvación (esto es, de una vida en la conciencia plena).
-La imagen de Dios como el que trae la justicia, restaura el orden originario de las cosas y compensa las desigualdades generadas por los seres humanos. Esto queda expresado en el Magnificat, el canto de alabanza y agradecimiento de María embarazada (Lc 1, 46-55). Si bien esta imagen no es tan conocida, es un poema muy hermoso de empoderamiento femenino y de reconocimiento de la capacidad espiritual de la mujer (“desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el todopoderoso ha hecho conmigo cosas grandes”).
-La encarnación: aunque, como hemos dicho, no es una idea exclusiva del cristianismo, se insiste en que lo divino está manifestado en lo humano, y preferencialmente en lo humano precario, exiliado y desvalido. La fiesta de los reyes magos tiene como núcleo el reconocimiento del niño recién nacido como hijo de Dios, que suscita reverencia incluso en los más poderosos y sabios de la tierra. Con esto se continúa la idea anterior de subversión del orden aparente: un niño pequeño e insignificante expresa de manera privilegiada la presencia de Dios (y no las figuras de autoridad y poder humano, que son los reyes).
El nacimiento o belén que se pone en estas fechas tiene como base, justamente, esta idea de la encarnación: lo sagrado toma una forma que podemos reconocer y representar a través de la realidad humana y natural, es decir, a través del mundo visible.
Así, la navidad en su sentido simbólico es una invitación a celebrar la posibilidad de la luz, la confianza en que es posible una vida completamente nueva, la certeza de que lo sagrado habita dentro de nosotros y nosotras.