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Diego Ugena de Mesa

  • Psicólogo General Sanitario
  • Número de colegiado M-35957 en el COPM
  • Graduado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
  • Máster Universitario en Psicología General Sanitaria por la Universidad Francisco de Vitoria (UFV)
  • Formación en Constelaciones Sistémicas en ECOS con Peter Bourquin y Carmen Cortes
  • Formación en el enfoque sistémico existencial/constelaciones familiares con María Colodrón
  • Talleres y retiros de círculos de Hombres con Alfonso Colodrón
  • Programa SAT – Fundación Claudio Naranjo
  • Proceso Oxígeme con Manuel Almendro
  • Movimiento Auténtico con Betina Waisman
  • Práctica clínica del máster general sanitario en itad (Instituto de Formación, Tratamiento en Terapia Familiar Sistémica y Adicciones)
  • Práctica clínica del Grado en Psicología en Quipú centro clínico psicoanalítico

La Vida ha sido, es y será mi mejor maestra, ella me ha llevado a lo largo de los años por sinuosos senderos a diferentes infiernos donde ella misma, a través de múltiples experiencias, maestros y maestras, me ha enseñado a salir de las dificultades para ir encontrando paso a paso en mi caminar un paraíso en la tierra, al que hoy en día llamo Vida.

Con 18 años toqué rotundamente fondo. En aquel recóndito lugar oscuro, una vez más la Vida me tendió la mano para salir, y esta vez instintivamente dije Sí. En ese momento, las puertas de la vida se abrieron para mí de par en par, la vida me había dado una segunda oportunidad y decidí aprovecharla.

Desde aquel entonces comencé un profundo viaje de sanación y entendimiento para comprender el ¿por qué? ¿cómo? y ¿para qué? de lo que me había sucedido, tratando así de encontrar respuestas a mi existencia. Todo esto me ha llevado a dedicar mi vida en cuerpo y alma a este camino de autodescubrimiento, haciendo de la terapia y la espiritualidad mi pasión y mi vocación, convirtiéndose ambas en las alas que utilizo para disfrutar de los maravillosos paisajes que la existencia me ofrece a cada instante.

En los comienzos de este camino de autodescubrimiento, mi vida se bifurcó en dos senderos que hoy en día se entrelazan creando una alquimia propia y personal desde donde ahora acompaño a las personas en sus procesos: por un lado, la psicoterapia, y por otro lado, la sabiduría ancestral.

La psicoterapia:

En la senda de la psicoterapia encontré grandes regalos que me enseñaron a amarme, aceptarme y respetarme por lo que soy y no por lo que hago.Los grupos de hombres desde una perspectiva humanista, gestáltica e integradora me ayudaron a sanar desde mis 19 años mis heridas con lo masculino, enseñándome a desnudarme y compartirme de corazón a corazón entre iguales, integrando la polaridad femenina/masculina en mi identidad de hombre en esta sociedad actual.
La terapia transpersonal me dio raíces para entender los designios de lo sutil, abriéndome un mapa técnico para traducir estados no ordinarios de conciencia en un lenguaje ajustado a los procesos psicológicos, entendiendo así cierto tipo de experiencias preverbales que se manifiestan a través de lo corpóreo y lo simbólico.
El enfoque sistémico-existencial, de la mano de las constelaciones familiares, me enseña a rendirme al destino de la corriente de la vida, encontrando un lugar digno dentro del orden que es capaz de incluir amorosamente todo lo que tuvo que pasar en nuestro árbol genealógico y en nuestra vida para estar hoy aquí vivos.
La mirada Gestáltica y la psicología de los eneatipos de Claudio Naranjo, me ayuda a conectar con las heridas evolutivas del niño, comprendiendo las estrategias emocionales y cognitivas que tuvimos que desarrollar para sobrevivir con los recursos que disponíamos en el contexto y las circunstancias donde crecimos.
El acompañamiento psicoterapéutico me enseñó la importancia del compromiso continuado con uno mismo en el camino de crecimiento hacia una madurez responsable que es capaz de atender sus necesidades desde el cuidado amoroso de respetarse, amarse y aceptarse a uno mismo en su momento existencial.
Con la terapia corporal, entendí la importancia de confiar en la sabiduría del cuerpo, permitiendo de manera controlada y cuidadosa su libre expresión en una autorregulación organísmica que es capaz de liberarnos de emociones bloqueadas por los impactos emocionales del pasado. Ayudándonos a transitar el dolor y la pesadez de lo que queda grabado en el cuerpo para soltarlo de una vez por todas, y vivir la vida con más ligereza, aprendiendo a transitar de un estado de alerta a un estado de relajación y apertura.
De la vida en comunidad me llevé la riqueza y responsabilidad de cuidarse a uno mismo a la vez que cuidar lo común, aprendiendo la importancia de la honestidad y la integridad en aras de crear vínculos sanos que puedan sostener el crecimiento de un proyecto común.

La sabiduría ancestral:

En la senda de la sabiduría milenaria de los diversos pueblos y culturas del planeta, encontré el amparo existencial que mi esencia necesitaba, el conocimiento de un continuo presente que cada vez se vuelve más pleno y vasto, más tierno y compasivo, más bello y acogedor.
Desde la Meditación Mahayana, pasando por el Vipassana, al Zen, hasta el todoacogedor Vedanta Advaita, me ayudaron a descansar en la impermanencia de la vida, en la totalidad del ser, en el acogimiento de la compasión.
Las cosmovisiones nativas de los pueblos originarios de Norteamérica, Centroamérica y Amazonía, me han enseñado que yo también soy hijo legítimo y nativo de esta Madre Tierra, que ahora agradezco, cuido y habito.
Los cantos y sonidos ancestrales de lo alto de las esferas y lo profundo de la tierra, me muestran que la fuerza de lo masculino y la ternura de lo femenino pueden danzar juntos, entrelazándose, contraponiéndose e integrándose en melodías capaces de curar el alma.
Aquellos saberes ocultos en el tiempo emergen continuamente de nuevo esperando a ser reincorporados como propios, en un hálito vital que completa al humano deshumanizado que nos han tratado de imponer culturalmente. De esta manera, los conocimientos ancestrales nos devuelven como regalo raíces y alas, nos entregan la fuerza y la dignidad de sabernos hijos del cielo y de la tierra, sentires que hechos carne derriban las barreras de la soledad impuesta en una sociedad artificial.

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